CORDEL DE LOS VERSOS ENCADENADOS

Mesopotamia es camino de agua y camino de piedra. Y es un cordel por donde transitan amores y versos lanzados al viento.

Dicen que existe una vía romana que atraviesa los puentes. Y que más parece una tela de araña, porque en torno a ella fueron creciendo otras sendas y otros caminos, y que allá por donde uno pase podrá hallar recuerdos de esa madeja del tiempo, y de los besos, y de los encuentros.



Dicen también que existe un camino inglés, aquel por el que transitaron soldados, espías, vendedores de biblias y románticos en los puertas del XIX. El camino por el que Baretti, Borrow o Richard Ford entraban en Mesopotamia por las tierras de Évora o Navalmoral, y atravesaban Extremoz, Elvas, Badajoz, Mérida, Trujillo o viceversa para continuar su viaje más allá de las fronteras de esta tierra de ríos.

Dicen, incluso, que existe un camino que desde Badajoz bajaba hacia el sur, por el que un día de verano un joven poeta, George Gordon Byron, cruzó camino de Grecia, y dicen que los campos de trigo de este camino fueron una vez campos de sangre y de Marte, y que el joven poeta les dedicó unos versos arrebatados.

Oh Albuera, glorious field of grief!…

Oh Albuera, campo de gloria y dolor!
Cuando el peregrino espoleó
su corcel en tu llanura, ¿quién podría pensar
que, en breve, aquel paisaje teatro confuso
seria sangre y tumulto?

¡Paz a los muertos! Ojalá los bélicos laureles
y los desgarros del triunfo prolonguen tu galardón.
Hasta que otros caigan y nuevos adalides se impongan,
tu nombre convocará extensas y admiradas muchedumbres
y lucirá en los versos deleznables de esta balada fugaz.

Cuentan que existe un camino de hilo de lana, un cordel que iba dejando las cumbres nevadas de la Sierra da Estrela en busca de los llanos y de los pastos, de la Campanha de Idnanha y que, atavesando el puente de los puentes, se alargaba, como los dulces sueños, hasta las piedras gigantes de Malpartida, y se hacía vecino en los Barruecos, donde el lavadero y los televisores.



Cuentan también que en los mapas se pueden seguir los rastros de un camino español, y alemán, y de los Alpes. Y dicen que es un camino que se hizo de maletas de cartón atadas con pita y con tela de saco, y vagones de trenes atiborrados, y hogazas de pan con un poco de chorizo de matanza. Y dicen que ese camino terminaba en un río, pero no era un río de los nuestros, eran otras aguas y otras piedras.

Dicen, por fin, que existe un camino hacia las estrellas, y cuentan, aunque no lo aseguran, que la puerta para tomar ese camino está en el aljibe del castelo de Marvâo, que bajo el agua de su cisterna se encuentra una escalera oculta a los ojos de los hombres, y que si te subes a ella podrás ver desde el espacio interior cómo fluyen los ríos de Mesopotamia y cómo juegan los niños en las calles de Magacela.