CANTO A NURIA

Nuria es maestra de niños. Futuro. Y camino de Estremoz dicen que existen, en las tierras del vino, casas y palacetes donde todavía permanece la huella de una familia inglesa que llegó a Mesopotamia para comerciar con corcho.



Eso los niños de Nuria no lo saben todavía. Pero hubo un tiempo en el que los hombres hablaban con las piedras que están muy cerca también de Estremoz, hubo otro en el que esos mismos hombres construyeron iglesias con mármol de la comarca de Estremoz. Llegaron días en los que los hombres hablaban con los árboles y de ellos extraían el corcho y la vida. Y Estremoz también fue Alburquerque y Arronches y Barcarrota y Badajoz.

Los niños de Mesopotamia no son como los de antes. O al menos eso dicen. Ahora tienen las puertas de Estremoz abiertas, y las de Castelo Branco, y las de Logrosán, porque en la escuela, donde Nuria, aprenden a borrar rayas para no pintarlas nunca más, aprenden que ellos son niños, y los más pequeños de al lado son crianças.

Los niños de Mesopotamia saben de los ríos. Y aunque no sepan aún que los hombres hablaban con las piedras, saben que el río del Norte termina en Lisboa, pero antes de morir, el río del Norte le da vida a Alcántara y también a Abrantes, y que el río del Sur le da vida a Medellín y también a Alqueva, aunque alguno de ellos confunde Alqueva con el mar, porque piensa que el mar ya ha llegado a Mesopotamia.

Los niños de Mesopotamia saben de la paz. Han oído hablar de la guerra, pero ellos prefieren jugar al fútbol o jugar a la risa, porque Nuria les cuenta que la risa es hermana de la paz y amiga de los árboles que nos dan sombra y nos protegen del desierto de las armas.



Los niños de Mesopotamia, en fin, saben de Nuria. Y aunque no entiendan todavía que los hombres siempre han querido hablar con los dioses, la maestra les habla de ellos, y les da nombre, porque los hombres hicieron dioses al agua, y a las piedras, y al rayo y la tormenta. Y a la hospitalidad. Y de hospitalidad Nuria sabe mucho.